Las Ventas, por ejemplo

TODO el mundo –hasta EL MUNDO– pide que Rajoy comparezca y se explique. En el Congreso no podrá, porque está en obras; que sea en el Senado. O en la plaza de toros. Pero cuando sucede un acontecimiento como éste –en el que quien hacía la cama tira de la manta–, quien gobierna la casa tiene que exponerse a ser interrogado sobre sus responsabilidades. Y no se trata de ganar tiempo para que la tensión amaine. Se trata de cumplir con su responsabilidad ganada a pulso. Aproveche la ocasión el presidente. Puede crecer con el general respeto; desprenderse de gentecilla que no cumplió su deber o lo hizo mal; señalar a los amigos enemigos; concretar el perfil limpio de su figura, si es que lo tiene; eximirse de responsabilidades ajenas; confirmar su posición y distinguir sus aliados de sus enemigos; que aproveche, si puede, esta ocasión porque no va a tener otra semejante. Y si no, que dimita. Que otro cargue con las culpas que hoy se desbordan sobre él. De ahora en adelante, de no aclarar y distribuir responsabilidades, él será el primer culpable. Si el partido veta su comparecencia, malo; pero no es él quien tiene la última palabra. Yo sé lo que yo haría: coger el toro por los cuernos corriendo cualquier riesgo. Por eso dije antes que, a falta del Congreso, la plaza de Las Ventas serviría.